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¿Por qué hay que leer «Disculparse o no, esa es la cuestión»?

By 17 agosto, 2025No Comments

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Actualmente, las disculpas no valen nada. Han perdido su sentido de reparación. Se han convertido en una herramienta para demostrar una pretendida superioridad moral o para infligir en otros un sentimiento de culpa por haber convertido en víctimas a personas que ni siquiera sus tatarabuelos conocieron. Desde el poder, un funcionario puede obligar a un ciudadano a disculparse 30 días seguidos en redes sociales por lo que considera un agravio. No es una ucronía, ni una exageración. Esto sucede en México. Hoy.

Úrsula Camba Ludlow, autora de la obra «Disculparse o no, esa es la cuestión» es historiadora especializada en investigación académica sobre historia social y cultural.

La enseñanza de la disculpa en la infancia

Cuando éramos niños, nos enseñaron que una disculpa era la expresión de un remordimiento genuino por haber agraviado al otro. Pedir perdón era la consecuencia de la autocrítica y la convicción de que hacerlo era lo correcto.

Nos enseñaron también que disculparse era un acto individual. No pedíamos perdón por lo que nuestro abuelo le hizo a su vecino, menos por lo que una bisabuela le hubiera hecho a otra persona.

«Decirle a alguien ¡Pídeme perdón! es algo que dejamos de hacer desde que teníamos quizá 7 años.»

La absurda cadena de disculpas históricas

En efecto, pedir una disculpa a España por la conquista de los pueblos originarios en América plantea la absurda necesidad de que la humanidad entera se disculpe por eventos que sucedieron hace siglos o milenios: si hay que disculparse por lo que pasó hace 5 siglos, ¿por qué no hacerlo por lo que sucedió hace mil o mejor todavía, dos mil años?

En este punto, la obligación se haría extensiva a holandeses, franceses, ingleses, belgas y portugueses, para que todos ellos a su vez se disculpen por los excesos de sus ancestros en Asia, África, América y Oceanía.

Los mexicas tendrían que disculparse con los tepanecas que habitaban la cuenca de México a su llegada y fueron desplazados y sometidos por aquellos invasores que venían del norte.

Tendríamos que señalar a los caribes de no disculparse con los taínos de las Antillas por someterlos y esclavizarlos. Tocaría el turno de pedir perdón a los descendientes de los comanches con los apaches por haberlos desplazado al oeste adueñándose de las grandes llanuras. También sería indispensable exigir a los italianos un acto de contrición porque los romanos invadieron y sometieron a las Galias y a Egipto.

Prosigamos con los daneses, que deberían disculparse por la rapiña y desolación que los vikingos dejaron a su paso. Sería deseable que los argelinos, marroquíes o tunecinos se disculparan con los cristianos a los que sometieron y esclavizaron hace 400 años.

Lo mismo podríamos pedir a los africanos de Cabo Verde, el Congo y Angola porque sus ancestros proveyeron de esclavos a los portugueses luego de capturar a sus rivales y enviarlos (comerciantes portugueses mediante) allende el océano. Por supuesto, nos faltan los griegos: discúlpense con los eslavos, además de ahí proviene la palabra esclavo. La cadena de disculpas no tiene final.

Un libro para desarrollar sensibilidad

El libro «Disculparse o no, esa es la cuestión» busca desarrollar la sensibilidad del lector respecto a temas que suelen pasar inadvertidos en la vida cotidiana a pesar de tener una importancia crucial. Leer el presente ensayo equivale a ampliar nuestra idea de lo humano y a reducir el número y la profundidad de las heridas que provocamos en los demás al ignorar la riqueza y variedad que habitan en la mente de nuestros semejantes.

Historia: más allá de la acusación

La Historia no es una fiscalía. No va de acusar a unos o de probar la inocencia de otros. Le interesa, en un sentido más profundo, desentrañar los mecanismos y contextos que hicieron posible la aparición de actores sociales que cambiaron para siempre la morfología del mundo.

Tampoco se trata de pesar el gramaje en una balanza de lo “bueno” y lo “malo” de cada civilización para dar un saldo a favor o en contra. Esas comparaciones son tan pueriles y absurdas como inútiles. Me interesa recuperar todo aquello que por cotidiano, y por lo tanto, automático e irreflexivo, pasa desapercibido a nuestros ojos: los apellidos, la alimentación, el mestizaje en el sentido más amplio, lo cual implica complejidad.

Ambas orillas del Atlántico comparten una historia que muchos suelen desconocer.