Condición inexistente, dado que todo ser humano según Aristóteles es un animal político por naturaleza (hipótesis comprobada). Todos estamos inmersos en el Estado, en la realidad política, aunque no queremos, simplemente no podemos sustraernos de ellos. En cambio, sí hay mucha gente apartidista, no sólo que no esté afiliada a ningún partido político, sino que además no simpatiza por alguno, aunque sí ejerce sus derechos políticos, ya como candidato independiente, ya como elector libre de cualquier filiación partidista.
Sócrates y Gandhi enseñaron que no se requiere de un cargo público para hacer política, entendida como actividad humana encaminada al bien público temporal, fin último del Estado.
El escritor alemán Dieter Nohlen se refiere a “apoliticismo” para hablar de las personas que se asumen como apolíticos sin poder deprenderse del Estado, pero que manifiestan desinterés por los acontecimientos políticos.
El término apolítico se ha vinculado a una palabra usada en Criminología: asocial. Teóricamente son lo mismo, pero el hombre no puede vivir fuera del Estado y el asocial que no es antisocial ha sido visto con tal desconfianza que el régimen nazi criminalizó a personas por ser “asociales”. En el campo de concentración de Dachau, cerca de Munich, había el registro de por lo menos, una persona internada por el “hecho criminal” según las leyes de la Alemania nazi, de ser “asocial”.
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